Conversa con nosotros en facebbok: https://www.facebook.com/iglesiadelanuevaera/
Todo quien me conozca sabrá que soy un gran aficionado a los deportes aunque admito que nunca he estado interesado en el fútbol. A medida que envejezco, encuentro el golf como un deporte de estrategia respetable, un pasatiempo que me hace mover la cabeza con asombro cuando ese pequeña pelota blanca cae justo en una exuberante meseta verde.
Incluso el "deporte de los reyes" me ha inspirado para ponerme de pie y aplaudir. ¿Qué podría ser más fascinante que ver a un noble animal al galope en la recta final, para luego ser coronado con su laurel justamente merecido?
Por el contrario el fútbol no me parece que sea interesante o inspirador de ninguna manera. Parece una pelea de asiáticos con cuchillos. Todo lo que se puede ver son saltos, empujones, gritos y escupitajos. Cuerpos sudados. Calzado deportivo de dudoso gusto. Codos golpeando. ¿Y quién se divierte con esto? Desde luego, no los jugadores, en su traje chillón y pésimamente diseñado.
Tampoco los entrenadores, que parecen caer en dos categorías: el flaco y pelado cocainómano o el tirano grasiento sudoroso gritando sobre maniobras que su cuerpo nunca podría realizar.
¿Y los hinchas? Bueno, vamos a decir que un juego fuerte, violento y con sólo cinco reglas básicas no atrae a las bombillas más brillantes de la caja.
Ni siquiera existe ningún sentido de la deportividad en el fútbol. La triste verdad es que la única manera de destacarse en un partido es por ser intensamente egoísta en la cancha. Sí, pantomima de coordinación y cooperación, pero a fin de cuentas son como 22 equipos de un jugador cada uno.
En los últimos años, los jóvenes se han ido interesado cada vez más en el fútbol. Hay un sentido de pertenencia en esta conducta, algo parecido a lo que ocurre en los barrios pobres con la cumbia villera.
La gran mayoría de los niños no tienen una conexión natural, genética con el juego. Volviendo a la analogía de la lucha con cuchillo, este deporte se nutre de de niños que carecen de la sofisticación psicológica de discernir entre la competitividad y la violencia pura y simple.
Es evidente que el problema fundamental con el fútbol es que sus jugadores no reflejan a nuestras familias ni a nuestros valores. Son demasiado exóticos, más allá de los tonos de piel demasiado sombreados, los valores que que pregonan son a la vez extraños y desagradables. Yo no odio a los negros. En realidad les envidio su éxito en nuestro deporte, pero debo cuestionar honestamente su papel desmesurado en nuestra sociedad.
Estamos hablando de lo que es esencialmente una minoría de inmigrantes que representa a menos de 6% de la población del Uruguay.
A través de leyes y técnicas de reclutamiento reñidas con la moral, este grupo étnico ha ganado una colocación desproporcionada en muchas facetas de nuestra cultura. El carnaval es un ejemplo verificable de esto. El porcentaje de negros en las comparsas y similares está cerca de un 450% de la realidad con respecto a nuestra población.
Sin embargo hay algo curioso: En las series policiales parece estar prohibido el uso de actores negros como violadores o ladrones, a pesar de que este grupo étnico en la realidad representa una tasa de población 5 o 6 veces superior a la blanca en nuestras prisiones.
¿Podemos detenernos un momento y admitir que es un poco absurdo tener todos estos jugadores negros en el fútbol profesional?
¿Qué pasa si los zurdos de este país decidieran forzar a que otra minoría domine otro deporte? Esto es lo que se obtiene cuando la corrección política interfiere estúpidamente con el equilibrio natural de los deportes competitivos.
Mientras que el fútbol es muy popular entre un grupo muy selecto, carece de ética, de deportividad y de superación personal tan necesario en un verdadero pasatiempo nacional. No nos levanta como un todo. Tampoco se trata de un drama que nos humilla como individuos. En el análisis final, es poco más que un valiente salvajismo sin escrúpulos exportado a los hogares como un negocio para pocos.
¿Se puede cambiar esto? De hecho, el tema más crítico que enfrenta este deporte hoy es la falta de jugadores blancos, cultos, cristianos y de buena familia. Esto sería fácilmente corregido si los presidentes de los clubes y los entrenadores se dieran cuenta de que su salud financiera a largo plazo depende realmente de esto. ¿Cuántos padres y familias enteras volverían con alegría a los estadios si el deporte fuera un sincero reflejo de sus creencias más queridas?
Además, el estigma de la pobreza necesita ser separada del juego. Una población más amplia, más abierta ayudaría. Ropa apropiada y masculina sería mucho mas atractiva para la mirada que los pijamas sedosos actuales.
Dios los bendiga a todos.
Ponte en contacto:
iglesianuevaera@gmail.com
Mi twitter: aquí
Mi fanpage en facebook: aquí
Mi perfil de facebook: aquí
Comentarios
Entiendo que con insultos no es la mejor manera de opinar, pero cada quien tiene la libertar de opinar lo que se les venga en gana, no tiene porque estar de acuerdo, pero si debes respetarlo.
De donde sacan todas las estupideces que dicen sobre los negros,homosexuales que se van a ir al infierno por lo que son y todo eso. La verdad
Es que no se si lo inventan o que pero yo creo que todo eso esta mal que lo que de verdad importa es ser buena persona independientemente de tu color del piel o tu orientación sexual. Saludos Desde Argentina